Idea descabellada
Aunque ya no era un niño, Julián seguía temiéndole
a los espantapájaros.
Juraba que de pequeño, aquel macaco que hizo su tío, lo
espantaba chistándole, hasta que un día bastante cabreado, dijo: ya seré grande
y te dejaré sin cabeza.
Por éstos días trabajaba en un rancho y una
noche tuvo que salir, a darle aviso a Don Pepe, que habían visto al toro muerto.
Don Pepe, aburrido que las cotorras le comieran el maíz, puso un muñeco.
Julián
tenía que pasar por allí, eso le ponía los pelos de punta. Cuando estaba a
metros del maizal, aquel muñeco empezó con los chistidos.
Sin pensarlo, se descolgó la escopeta que
siempre llevaba atravesada, y le voló la cabeza, como prometió siendo un niño.
Al otro día, le contaba a la peonada. Ese no me jode más!
Los paisanos quedaron duros. Al fin uno, pudo hablar.
No había toro muerto. Fueron cosas de Fito, que quiso hacerte una broma, Julían.
Todos pensaban que Fito, no había aparecido, por miedo a las represalias, por la jodita”.
Desde esa noche, Julián pelea con dos terrores.
Los espantapájaros y un fantasma sin cabeza.
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